El exagente del FBI Fred Whitehurst desata un terremoto forense que podría reescribir la historia del peor atentado aéreo en Colombia

Una versión oficial bajo sospecha
Durante más de tres décadas, Colombia vivió convencida de que el 27 de noviembre de 1989, el vuelo 203 de Avianca fue destruido por una bomba del Cartel de Medellín. Era un ataque directo contra el candidato presidencial César Gaviria, que por fortuna no tomó ese vuelo. Pero hoy, una nueva verdad científica podría cambiarlo todo.
El hombre que no quiso mentir
Fred Whitehurst no es un nombre cualquiera. Fue el jefe del laboratorio de explosivos del FBI, doctor en química y veterano de Vietnam. En 1993, cuando examinó muestras del avión siniestrado, halló lo inesperado: los residuos no correspondían a explosivos plásticos como C-4 o Semtex, típicos de un atentado terrorista.
¿Un misil desde tierra?
Lo que Whitehurst encontró fue aún más inquietante. Detectó compuestos químicos que, según su experiencia, coinciden con los usados en ojivas de misiles tierra-aire. Esta conclusión lo enfrentó a sus superiores. Al negarse a alterar sus resultados, fue presionado, marginado del caso y, finalmente, expulsado del FBI.
Federico Arellano y la cruzada por la verdad
Federico Arellano, abogado y familiar de una de las víctimas, ha retomado esta línea de investigación en Colombia. En sus palabras: “Lo que Whitehurst halló fue evidencia de una detonación externa, no interna. No fue terrorismo, fue un accidente militar cubierto con mentiras”. Hoy lidera una campaña legal para que la Fiscalía escuche a Whitehurst, quien ha aceptado testificar.

La hipótesis del accidente militar
La nueva teoría sugiere que el Boeing 727 de Avianca pudo haber sido derribado por error durante maniobras militares cerca de Soacha, en un supuesto ejercicio de interceptación aérea. El misil, dirigido por radar, habría impactado al avión a 13 mil pies de altura. La explosión habría ocurrido en el ala y no en la cabina de pasajeros, como afirma la versión oficial.
Silencio, presiones y despidos
Según Arellano, no solo Whitehurst fue apartado. También otro agente del FBI, Richard Hahn, habría sido presionado para no hablar sobre inconsistencias en el caso. Ambos estarían dispuestos a testificar en Colombia, si las autoridades lo permiten. El objetivo: demostrar que la investigación inicial estuvo manipulada.
¿Una gran mentira de Estado?
La revelación plantea un dilema histórico: ¿Colombia construyó durante 35 años una narrativa falsa para proteger a su propio estamento militar? ¿El atentado que marcó una generación fue en realidad una negligencia encubierta? Para los familiares, estas preguntas siguen sin respuesta.
Objeciones y escepticismo
No todos aceptan esta nueva versión. Algunos peritos colombianos afirman que en 1989, el país no contaba con misiles tierra-aire capaces de impactar un Boeing. Además, varios testigos e investigaciones internacionales sí encontraron residuos de explosivos plásticos como RDX en los restos de la aeronave.
¿Y si el Cartel no fue el responsable?
Carlos Lehder, uno de los jefes del Cartel de Medellín, también ha sido citado como testigo. Arellano sostiene que Lehder siempre negó que Escobar ordenara ese atentado, y que La Quica, preso en EE. UU., también podría aportar claves. De ser cierto, la conexión con el narcotráfico sería más política que probatoria.
Una declaración pendiente
La Procuraduría General estudia permitir que Whitehurst y otros expertos declaren oficialmente en el proceso de revisión del caso. El objetivo es contrastar los análisis forenses antiguos con los nuevos, y determinar si se cometieron errores —o crímenes— en la recolección de pruebas.
Memoria y reparación
Para los familiares de las 110 víctimas, la verdad no se mide solo en laboratorios. Exigen justicia, reparación y, sobre todo, el fin del silencio institucional. La teoría del misil no solo cambia el pasado, sino que afecta la memoria colectiva de una nación marcada por la guerra y la impunidad.