El debate crece mientras varios estados mexicanos vetan los narcocorridos, género musical que mezcla tradición, rebeldía y violencia.
La reciente ola de prohibiciones contra los narcocorridos en México ha encendido un acalorado debate nacional sobre libertad de expresión, seguridad y cultura popular.
Desde febrero de 2025, estados como Nayarit, Sinaloa, Michoacán y Chihuahua han impulsado leyes que sancionan la interpretación de narcocorridos en espacios públicos. Estas medidas buscan frenar la apología del crimen organizado y disminuir su influencia entre los jóvenes.
Los narcocorridos, surgidos como una extensión moderna de los corridos tradicionales, narran hazañas de capos de la droga, enalteciendo en muchos casos la violencia y el poder del narcotráfico.
Sin embargo, artistas y defensores de la cultura popular argumentan que estas canciones también son un reflejo de realidades sociales que el Estado no puede ignorar ni censurar.
En Ciudad de México, la jefa de Gobierno, Clara Brugada, anunció restricciones que limitarán la reproducción de narcocorridos en eventos oficiales, sin llegar a una prohibición total.
Mientras tanto, figuras del género como Peso Pluma y Natanael Cano siguen ganando millones de reproducciones en plataformas digitales, demostrando el arraigo y popularidad de este tipo de música.
La tensión crece entre quienes consideran que la prohibición viola derechos fundamentales y quienes apoyan medidas que frenen la glorificación de la violencia.
Expertos advierten que censurar podría aumentar el atractivo de los narcocorridos, especialmente entre la juventud que busca desafiar la autoridad.
Otros señalan que atacar las manifestaciones culturales no resolverá el problema de fondo: la falta de oportunidades y la violencia estructural.
El debate también plantea preguntas sobre cómo definir los límites entre arte, crítica social y apología del delito en un país profundamente afectado por el crimen organizado.
Artistas de géneros alternativos proponen una solución creativa: impulsar nuevos “corridos de paz” que mantengan la tradición musical, pero sin glorificar la violencia.
Lo cierto es que los narcocorridos, prohibidos o no, siguen resonando entre la población y abriendo conversaciones cruciales sobre la realidad social de México.
Mientras tanto, los escenarios, las radios y las plataformas digitales seguirán siendo el campo de batalla donde se libra esta lucha por el significado cultural del corrido moderno.