Por: Briam Rubio
Una revuelta social sin precedentes tras el bloqueo a las redes sociales

La chispa que encendió la indignación
La crisis en Nepal estalló tras la decisión del gobierno de bloquear 26 redes sociales, entre ellas Facebook, Instagram, WhatsApp, YouTube y X. La medida fue interpretada por la ciudadanía como un ataque directo a la libertad de expresión. Miles de jóvenes, especialmente de la Generación Z, salieron a las calles para rechazar lo que consideraban un acto de censura y un reflejo de la corrupción estructural que aqueja al país.
Jóvenes como protagonistas
Las marchas se multiplicaron en Katmandú y otras ciudades. La juventud, organizada desde la clandestinidad digital y a través de mensajes encriptados, asumió el liderazgo de las movilizaciones. El hartazgo por la falta de empleo, las oportunidades escasas y la corrupción política acumulada en las últimas décadas se convirtieron en combustible para una protesta que no tardó en tornarse masiva.
De la protesta pacífica a la violencia
En un inicio, las manifestaciones fueron pacíficas, con consignas, pancartas y canciones que reclamaban libertad y dignidad. Sin embargo, la respuesta policial con gases lacrimógenos y balas de goma desató la furia de los manifestantes. La situación degeneró en enfrentamientos callejeros que rápidamente se extendieron por barrios enteros de la capital.
Muertos y heridos en aumento
La violencia dejó un saldo trágico. En apenas dos días de protestas, más de 25 personas murieron y más de 600 resultaron heridas. La represión de las fuerzas de seguridad, que incluyó incluso disparos con fuego real, profundizó la indignación social y consolidó la idea de que el gobierno había perdido legitimidad para mantenerse en el poder.
El incendio en edificios oficiales
La rabia popular se materializó en la quema de edificios gubernamentales y sedes de partidos políticos. El parlamento fue uno de los primeros en ser atacado, seguido de oficinas administrativas e incluso residencias oficiales de altos dignatarios. Las llamas iluminaron la noche en Katmandú, símbolo de un pueblo que se sentía traicionado por sus instituciones.
La fuga de miles de prisioneros
En medio del caos, más de 13.500 presos escaparon de diferentes cárceles. Los amotinamientos fueron facilitados por la confusión de las autoridades y el colapso del control estatal. Esta masiva fuga generó temor adicional en la población civil, que se vio atrapada entre la protesta social, la represión militar y el descontrol en materia de seguridad.
Ataques contra figuras políticas
La furia ciudadana no se limitó a edificios. Algunos líderes políticos fueron atacados en sus propias residencias. La esposa de un ex primer ministro perdió la vida de manera atroz al ser quemada viva, mientras otros referentes políticos fueron golpeados o perseguidos. La violencia política alcanzó niveles nunca vistos en la historia reciente de Nepal.
La renuncia del primer ministro
Ante el avance de la protesta y el colapso del orden público, el primer ministro K.P. Sharma Oli presentó su renuncia. Refugiado en un cuartel militar, Oli se convirtió en el símbolo de un gobierno acorralado por el descontento popular. Su salida abrió un vacío de poder que aún no logra llenarse de manera institucional.
La militarización de Katmandú
El ejército tomó el control de las calles. Tanques y soldados patrullaron la capital en medio de un toque de queda indefinido. Las imágenes de militares en cada esquina recordaron los episodios más oscuros de la historia del país, mientras la población intentaba sobrevivir a una ciudad sitiada y marcada por el miedo.
El clamor por un liderazgo nuevo
Entre las demandas de los manifestantes apareció el nombre de Sushila Karki, exjueza de la Corte Suprema, propuesta como líder interina. Para muchos, ella representaba una figura incorruptible y capaz de encabezar un proceso de transición que devolviera credibilidad a las instituciones y calmara la ira popular.
El eco internacional
La crisis en Nepal no pasó desapercibida. India manifestó su profunda preocupación por la inestabilidad en el país vecino y evacuó a sus diplomáticos. Organismos internacionales, incluida la ONU, condenaron la represión violenta y pidieron respeto por los derechos humanos. El temor de que la crisis se extienda a la región es cada vez más palpable.
La contradicción del desbloqueo digital
Con el agua al cuello, el gobierno levantó el bloqueo de las redes sociales. Sin embargo, para entonces la medida era inútil. La protesta había trascendido el ámbito digital y se había convertido en un reclamo mucho más amplio: contra la corrupción, la precariedad y la falta de oportunidades. El daño ya estaba hecho.
El rostro humano de la tragedia
Las víctimas mortales dejaron familias destrozadas y un luto extendido en todo el país. Los hospitales colapsaron ante la cantidad de heridos y la escasez de recursos médicos. La tragedia humana recordó la fragilidad de un sistema incapaz de responder a emergencias de gran magnitud.
Una capital paralizada
Katmandú se convirtió en una ciudad detenida en el tiempo. El aeropuerto internacional cerró sus operaciones, los comercios bajaron sus persianas y los servicios básicos quedaron interrumpidos. El silencio de las calles, roto solo por el sonido de disparos y sirenas, reflejaba la magnitud del colapso.
La cultura en medio del caos
En medio de la violencia, emergieron imágenes sorprendentes que reflejaban la resiliencia cultural de Nepal. Una boda que se celebró en plena crisis, con una novia desafiando la convulsión social, se viralizó como símbolo de resistencia y contraste con la tragedia circundante.
Un pueblo cansado de promesas
Las consignas en las calles fueron claras: “Detengan la corrupción, no las redes sociales”. El mensaje reflejó que la censura digital fue solo la gota que rebosó el vaso. El verdadero trasfondo es un pueblo cansado de décadas de promesas incumplidas y una clase política que vive desconectada de la realidad social.
El impacto regional
La inestabilidad en Nepal encendió alarmas en Asia del Sur. Con una frontera porosa con India y China, cualquier desbordamiento podría tener consecuencias más allá de lo interno. Los analistas advierten que el desenlace de esta crisis marcará la estabilidad geopolítica de toda la región.
El ejército como árbitro
La presencia militar, aunque devolvió cierta calma en el corto plazo, dejó abierta la pregunta sobre el futuro de la democracia en Nepal. La historia del país con gobiernos autoritarios y golpes de Estado genera preocupación de que la solución termine siendo una regresión en vez de un avance democrático.
Una generación que no se rinde
Lo que está claro es que la juventud nepalesa dio un golpe sobre la mesa. Con una fuerza inesperada, la Generación Z mostró que no está dispuesta a heredar un país corroído por la corrupción y el silencio impuesto. Su protagonismo abre un nuevo capítulo en la política nacional.
Nepal ante un punto de inflexión
La revuelta de septiembre de 2025 será recordada como una de las más sangrientas y decisivas en la historia reciente del país. Nepal se encuentra ante un punto de inflexión: o abre el camino hacia un nuevo pacto social que responda a las demandas de su pueblo, o corre el riesgo de hundirse en un espiral de violencia e inestabilidad prolongada.